ORLANDO CRUZATA
No le interesaban los videoclips, pero se enamoró de ellos y trabajando como una hormiga, luchando contra molinos, Orlando Cruzata creó Lucas y 23 años después lo sigue transformando. Hombre que dice lo que piensa, es polémico por esencia, pero con un aval de trabajo difícil de seguir.
¿En qué año empezaste a hacer videoclips?
–En 1993. Soy de la generación que comenzó en los años noventa, porque en los ochenta fueron otros realizadores.
¿No te interesaba?
–Sí me interesaba, pero en ese momento el videoclip no llamaba tanto la atención. Nos atraían mucho más los documentales, los cortos, los programas de opinión… Empecé en 1988 a hacer En confianza. Estuve un buen tiempo de asistente con Raysa White en Entre nosotros.
¿Cuál fue tu primer videoclip?
–Junto con Rudy Mora hice María Magdalena, de un trovador… Bueno, él decía que era trovador. Ahora vive en Argentina. Se llama Aurelio Sandar, y a partir de ahí seguimos trabajando juntos.
En una entrevista dijiste que Rudy le aporta la parte de querer contar historias.
–Nos conocíamos del ICRT. Habíamos estudiado juntos, primero en el curso de edición; después, en 1989, cuando se crea la carrera de Dirección de Cine, Radio y Televisión, en la Facultad de Arte de Medios Audiovisuales del ISA. Teníamos afinidad y un día se dio la posibilidad de trabajar en un videoclip.
“Lo acepté por limitaciones económicas, porque a mí el videoclip, como medio de expresión, no me interesaba para nada; me gustaba verlo, pero nada más. Después del primero, empezaron a surgir más trabajos. A Rudy desde chiquito siempre le gustó contar historias. Estuvo muy vinculado al mundo de la actuación, y yo he tenido mucha afinidad con la música”.
¿Por qué entonces no estudiaste música?
–Para oírla sí; pero cuando empecé a estudiar solfeo me di cuenta de que no tenía nada que ver con eso. Estudiaba percusión. Llegué incluso a matricular en el Conservatorio Alejandro García Caturla, pero fue un fracaso. Yo oía música y leía mucho. Entonces, pienso que aportaba la parte de las imágenes, porque cuando oigo la música se me ocurren imágenes, no historias, y como me fui vinculando con el género, empecé a ver más videoclips, sobre todo los que nos llegaban del extranjero. Ahí me fui metiendo de lleno en ese mundo.
¿Hay algún momento en el que puedes decir que el videoclip comenzó a ser importante para ti?
–En 1994, cuando se empieza a estabilizar la producción de videoclips con la Egrem, el ICRT y el ICAIC, mediante un convenio que se hizo, que es cuando se produce el de Dan Den, el de la comparsa, cuando Ernesto Fundora entra en esa historia y hace algunos también. Nos dimos cuenta de que era un medio que no solo te ayuda económicamente, sino como medio de expresión, y al cual uno le podía aportar y decir cosas bien profundas.
“Empezamos a ver, desde la experiencia de cada uno, desde lo cubano, qué podíamos aportar tanto en historias como en imágenes. La otra parte es la tecnología. La nuestra era bastante mala en comparación con lo que se hacía en el videoclip en aquellos momentos en otros países. Con lo que teníamos había que innovar mucho, crear efectos y texturas para poder llegar a un nivel, que nunca era el ideal porque no existían las computadoras, y todo era a nivel de casetes.
“Esto hizo que mucha gente, además de nosotros, viera en el videoclip una forma de expresión y de experimentación, de lograr imponer un lenguaje. Eso fue lo que nos pasó”.
Lucas nació en 1997. ¿En ese tiempo había una producción suficiente de videoclips en Cuba?
–Suficiente, nunca. Había muy pocas, unas 30 producciones, pero a partir de que el programa surge empieza a subir la producción, porque al tú crear un espacio en la televisión nacional donde se pusieran habitualmente los videoclips, empiezan a crecer, porque hay un lugar donde la gente lo va a ver, le va a dar promoción a los músicos, a los realizadores…
En el momento en que Lucas surge no se parece a ningún programa musical cubano. Tú rompes varias estructuras, como el color de la ropa de los animadores. ¿Cómo escoges a los conductores –que ha tenido varios– y llegas a concebir esa ruptura? ¿Fue intencional desde el principio, un proceso que te llevó a diferenciarte de lo hecho, o tienes alguna influencia?
–Ahí hay de todo un poco. Al principio el programa era un poco más atrevido, pero con menos conceptos. Lo del conductor fue Tony Arroyo, que realmente no es un conductor, sino actor. Como yo lo conocía del pre, cuando lo vi le propuse la idea, y como era muy entusiasta empezó conmigo en un pequeño estudio que nos daban.
“Había que inventar con los bombillos, las luces… Nos divertíamos con eso porque era para ese verano. Cuando termina, la televisión decide que podía seguir. Nos dimos cuenta de que era atractivo para algunos jóvenes. Entonces comenzamos a darle forma de manera conceptual a toda aquella locura. A partir de la creación del concepto Lucas, dijimos: vamos ahora a visualizar este concepto, y empezamos a vestirnos de negro. Yo había visto un programa en España en el que todos los hombres estaban vestidos de negro, y quise traer eso a Cuba, por ser tan atípico, ¡con el calor que hace!
“Los conductores tienen un problema en su cabeza, porque toda la vida han querido trabajar en espionaje, y la vida pronto los lleva a ser presentadores de videoclips. Tienen un problema serio, psicológico. Al irse Tony Arroyo, todos los demás han entrado con un matiz humorístico como Hirán, Edith Massola, Rigoberto, Silva. Hacen humor, pero inteligente: de ironía, de lo absurdo… Ahí está la influencia de todo el trabajo con Nos y Otros”.
Dices en un trabajo que el videoclip pertenece a una estética de la superficialidad. Si eso es así, ¿por qué hay muchos que no son superficiales?
–La estética de la superficialidad no quiere decir que sea superficial: quiere decir que eres ligero, fácil. La estética de la superficialidad juega con que esos productos sean consumidos rápidamente. Estás obligado a que el espectador capte en tres o cuatro minutos la mayoría de las cosas que le estás dando. Para eso tiene que haber una espontaneidad, una comunicación muy rápida con el espectador a través de códigos que te lo permitan.
“Una estética de la superficialidad puede lograr reacciones profundas en los seres humanos. Todo eso depende de la realización, tanto del poder poético que tenga el tema musical como de la capacidad del realizador.
“Tiene la posibilidad de que, como es un género que está hecho para ser repetido una y otra vez, quienes lo ven van descubriendo poco a poco lo que no pudieron en una primera, una segunda, una tercera vez. Eso te permite utilizar códigos en un segundo y tercer planos como producto publicitario para que no se agote. A veces la gente te dice que ya lo vieron, pero en un buen videoclip se descubren siempre cosas”.
¿Cómo lograste hacer de los premios Lucas el espectáculo del año?
–Yo no creo eso. Lo que sí es el espectáculo de premiación que más llama la atención. En primer lugar, porque es un programa de televisión. Si ese mismo espectáculo fuera llevado a los premios de teatro, no pasaba nada, porque no se ponen en televisión. Indiscutiblemente, estar dentro de la televisión te da un poder del que tienes que ser responsable, porque te enfrentas a siete millones de personas mirando lo que haces.
“No hay cosa más aburrida que una premiación. Hay a quienes no les interesan los premios ni nada de eso. Entonces, lo único que uno hace es que se logre lo más potable posible. ¿Qué sucede? Que como nosotros entregamos premios a los videoclips, lo que hacemos es asociarlos con las imágenes que ya los realizadores utilizaron en sus materiales y tratar de llevar algunos elementos: que este artista con esto otro funciona, que estos son populares…
“Pasas un año haciendo un programa al aire y más o menos sabes lo que está funcionando. Eso te lo da el oficio. Yo, por lo menos, no lo estudié. Te lo da estar mirando mucha televisión norteamericana. Por eso me hace falta que me pongan una antena en la casa para no tener que venir al ICRT a eso, porque esa es la mejor escuela. Cuando empiezas a ver eso, ¿a quién le vas a pedir que te enseñe ese tipo de espectáculo? Son ellos quienes lo hacen desde hace muchos años. Ahora capto la esencia de ese tipo de espectáculo, cómo se ponen las cámaras, las luces, cómo entra fulano, mengano, y los llevo a mi realidad, a mi música, a mi gente, a las condiciones económicas, a las de escenografía que tengo. Esa es una fórmula que si funciona allá tiene que funcionar aquí, porque somos los mismos seres humanos, con la diferencia de que ellos viven allá y nosotros aquí. Tenemos los mismos resortes, y la vida te ha demostrado que sí.
“Tú le pones tus valores: la cubanía, lo que es importante rescatar en los cubanos, dar el protagonismo a tus músicos, a toda la música cubana, desde la tradicional hasta el reguetón, mientras sea buena. Eso es lo que funciona, más todo el talento que hay en este país en los músicos, que si no funciona, estamos muy mal”.