Por R. Aidee Aguilar Esquivel
Existen diferentes ideas y comportamientos insertos en la sociedad, en la tradición, estos son generadores de rechazo y violencia. A veces no nos damos cuenta de ello porque está tan normalizado y marcado en nuestras sociedades que no permite que seamos conscientes de lo que provoca. Abordaremos los prejuicios, estereotipos y los feminicidios, formas de pensar y actuar violentas, a veces son tan “sutiles”, las percibimos como algo cotidiano y bien, pero no lo son y deben ser erradicadas de las sociedades.
Los estereotipos son ideas generalizadas, que adquirimos y construimos socialmente como válidas en torno a otras personas, pueden ser ciertas o falsas, y no siempre son verdaderas, suelen exagerar la realidad; son limitadas e incompletas. Provoca que se hagan afirmaciones generales positivas o negativas sobre el grupo al que se estereotipa.
Los estereotipos suelen generar prejuicios, es decir, juicios anticipados, sin tener la información completa ni la veracidad de la misma, los cuales van a determinar nuestra interacción con las demás personas, pues sin conocerlas tendremos una opinión no fundamentada de ellas. Lo que es peligroso, ya que puede terminar en violencia.
Tanto los estereotipos como los prejuicios pueden hacer referencia, más no dicen la realidad, en torno a la identidad de las personas o grupos de personas, tales como el origen étnico, la apariencia física, la religión, los gustos personales, el sexo, la ideología política, las ocupaciones, el género, las preferencias sexuales, los niveles socioeconómicos, entre otros.
Ahora bien, los estereotipos de género son opiniones generalizadas de las características que hombres y mujeres tienen o deberían de tener, así como de las funciones sociales que deberían de desempeñar.
Estas ideas generalizadas y los juicios anticipados sobre las persona que, incluso no conocemos, son nocivas para las humanidad. Pues muchas veces han desembocado en discriminación, en violencia.
Pensemos que desde que somos infantes, nos estereotipan y eso determina nuestra identidad, preferencia sexual, profesión / ocupación, es decir, determina nuestra vida en general.
Nos han dicho que los colores tienen género, cuando no es así, el rosa es para las niñas, el azul para los niños, nos introducen el pensamiento binario hombre/mujer, cuando hay diversidad en las preferencias y en las identidades sexuales.
Otro ejemplo son los juguetes, ¿cuáles son los juguetes permitidos para niñas y cuáles para los niños? Niñas: bebés, barbies, cocinitas, maquillajes, carriolas para pasear al bebé etc. Por otro lado, a los niños se les da carritos, pistolas, pelotas, entre otros. Si analizamos los impactos de estas imposiciones, veremos que pueden degenerar en actos de violencia. Si un niño quiere usar una prenda rosa, no lo dejan, nos han dicho que el rosa es para niñas, entonces, si un niño viste de rosa, lo catalogan como una niña, como afeminado, incluso, con palabras despectivas, le dicen joto y otros insultos.
Este ejemplo se puede usar para analizar diferentes ámbitos pero todos se cruzan en la violencia. Al decir que si un niño viste de rosa o juega con cocinitas, es una mujer, como si ser mujer fuera algo malo, algo despectivo, en realidad, para la lógica machista sí lo es, ser mujer es ser inferior, por ende ningún niño debe de hacer o vestir cosas de mujer. Como vemos, hay cosas que socialmente, las hemos asociado con un género y pueden provocar daños.
Nos han enseñado a pensar que los hombres deben ser machos, hostiles, varoniles, que ellos deben ser los proveedores de todo en el hogar. A las mujeres nos han dicho que debemos ser sutiles, delicadas, que nacimos sólo para tener hijos, que es así como nos realizamos como mujeres, que debemos estar en el hogar y mantenerlo limpio. Nos han cosificado y por ende nos tratan como tal. Todo esto ha desencadenado en rechazo, negación de oportunidades, negación de los derechos humanos. Hasta hace pocas décadas los derechos humanos no incluían a las mujeres.
Por ejemplo, hoy en día hay mujeres que dependen totalmente de los hombres, primero de los padres, luego de sus parejas o esposos. Muchas de estas mujeres tienen que pedir permisos, incluso, para salir de la casa o para que las dejen trabajar. Hay a quienes no las dejan trabajar y las tienen sometidas por medio de la violencia económica.
Hoy en día, las estadísticas nos dices que hay mujeres que realizan el mismo trabajo que los hombres pero que a ellas se les paga hasta 33% menos que a los hombres.
La violencia sexual, con base en todos estos estereotipos de género, que vivimos día a día no cesa, me atrevo a decir que absolutamente todas la mujeres hemos sido víctimas de violencia patriarcal, desde ser vistas con morbo, recibir palabras obscenas y degradantes como si fueran piropos, ser tocadas en la calle, en el transporte público, en el trabajo, en la escuela, incluso dentro de la propia casa, hasta llegar al asesinato, al feminicidio, asesinato de mujeres por el simple hecho de ser mujer.
El infierno de la violencia diaria sigue presente en nuestros días. Las agresiones que hemos vivido las mujeres desde siglos, las hemos aprobado y propagado por generaciones. Estos abusos son cometidos también por parte de las autoridades gubernamentales, policía, el ejército, marina.
Existe maltrato físico, sexual y psicológico desde el hogar por parte del padre, esposo, pareja, incluso cualquier otro hombre en el espacio privado, así como público.
La violencia máxima que padece una mujer es el feminicidio, antes de abordarlo, hay que dejar en claro que hay mujeres asesinadas por diferentes motivos que no obedecen al género, lo cual se le conoce como femicidio, asesinato de mujeres, pero no por su condición de mujer. Por el contrario al término feminicidio, que es el asesinato de mujeres, cometidos por hombres, por el hecho de ser mujeres, este es un término sumamente importante de conocer y entender.
Es un término político relevante porque enuncia de manera precisa el problema, incluso, cómo podemos erradicarlo y prevenirlo. La mexicana Marcela Lagarde lo usa por primera vez en español, para exponer los asesinatos de mujeres como crímenes de odio en contra de las mujeres.
Nos dice que hace referencia a una cuestión de poder de un sujeto -hombre- sobre un objeto -mujer-, que históricamente hemos aprobado, el hombre se cree con derecho de poseer a la mujer, de tocarla sin su permiso, de ejercer violencia psicológica, física, de abusar de ella en todos los sentidos, como si fuera un objeto, sin derechos.
Victoria Sanford dice muy acertadamente que “El feminicidio es un término político. Conceptualmente culpa a los perpetradores masculinos, también al estado y a las estructuras del poder” (Sanford, 2019).
El estado es culpable por acción, tolerancia u omisión de la violencia en contra de las mujeres. En gran parte del mundo y, en México, el feminicidio existe por la ausencia de garantías que deberían de proteger los derechos de las mujeres y más aún que los ejerzan.
La violencia en contra de las mujeres en todas sus manifestaciones es atravesada por la impunidad e indiferencia del estado mexicano. Lagarde indica que “Suceden los feminicidios cuando las autoridades no realizan con eficacia sus funciones para prevenirlos, evitarlos y sancionarlos. El ambiente ideológico y social del machismo y la misoginia alientan estos crímenes” (Lagarde, 2005)
Como ciudadanos toca entender que no es una guerra de sexos, en realidad es un problema socio cultural, necesitamos desaprender costumbres que reducen a las mujeres como objetos. Es imperativo un cambio de mentalidades que rompan con la tradición machista y misógina en la que nos han enseñado a vivir. De esta manera podremos exigir al gobierno que sea capaz de dar seguridad y respeto a las mujeres, así como a todos los ciudadanos. La indiferencia y pasividad deben de acabar, no es posible que la cifra de feminicidio haya aumentado en los dos últimos años de 7 a 10 mujeres asesinada por ser mujeres (ONU,2021), recordemos que la violencia en general seguirá e incrementará si no hay consecuencias de esta.
Como vemos las ideas generalizadas, las actitudes prejuiciosas, las costumbres que hemos reproducido, así como la indiferencia y la impunidad, históricamente han perpetuado la violencia de género. Es por ello que debemos hacer un esfuerzo por cuestionarnos uno mismo y a la misma sociedad, obtener la mayor información para poder hacer autocrítica y crítica social, para que posteriormente desaprendamos, lo que se nos ha dado como verdad y cotidiano, dicho en otras palabras, que nos deconstruyamos, pero, de igual manera, exijamos a las instituciones gubernamentales actúen y propongan políticas públicas para desmitificar la tradición violenta.
Por eso necesitamos hacer un llamado a la sociedad para que entiendan que la vivimos en un país violento y que uno de los problemas más graves es el feminicidio.
Es imperativo que se ponga en primer lugar en la agenda pública en los tres ámbitos del gobierno. Desde los gobiernos locales, hasta el federal.
De igual manera se necesita reformar el plan de estudios en las escuelas desde niveles básicos donde se nutran de valores de respeto a los diversos géneros, a la diversidad en sí. Pero también las estructuras de gobierno necesitan capacitación con perspectiva de género y derechos humanos, de manera frecuente.
Al ciudadano a pie nos queda primeramente reflexionar, aceptar, visibilizar la violencia en contra de las mujeres. Entender que no es un problema en donde están en guerra hombres y mujeres, en realidad es un problema muy profundo que nos trastoca a todos, es un problema estructural. Recordemos que vivimos en sociedad y por ello tenemos responsabilidades sociales para atacar, prevenir y erradicar no solo la violencia hacia las mujeres, sino la violencia en sus distintas manifestaciones.
Bibliografía
Lagarde, Marcela, 2012: El Feminismo en mi vida. Hitos, claves y topías. Ciudad de México. Inmujeres.
Sanford, Victoria, 2019: Guatemala: Del genocidio al feminicidio. Guatemala. Fygeditores.