“Doctor Strange in the Multiverse of Madness” podría ser la película de Marvel más loca de la historia, para bien y para mal. Desatar las infinitas posibilidades del multiverso abre el baúl de juguetes del estudio, pero sus aspectos sin límite pueden ser a la vez emocionantes, desorientadores y hasta un poco tontos. En total, esta secuela resulta muy entretenida, aunque no del todo digna de la demanda acumulada.
Cuesta creer que esta es la primera genuina secuela de “Doctor Strange”, seis años después, ya que Benedict Cumberbatch entretanto interpretó al hechicero varias veces, desde los Vengadores hasta Thor y, más recientemente, ´Spider-Man: No Way Home´”.
Dirigida por Sam Raimi, quien tiene su vínculo con Spidey, la película se remonta en sus raíces al viaje de Strange desde el original, así como a la batalla en dos actos de los Vengadores contra Thanos. “Hice la única jugada que teníamos”, dice Strange para explicar los costos de la pausa que dejó a la gente en el olvido durante cinco años.
El multiverso de Marvel
Sin embargo, los últimos obstáculos más relevantes en términos de narración provienen en realidad de Disney+, una señal de cuán vasto e interconectado se ha vuelto el Universo Cinematográfico de Marvel. Obviamente, incluye “WandaVision“, que plantea el arco de personaje de Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen) y su conversión en la Bruja Escarlata, lo que aquí juega un papel fundamental; pero también “Loki”, que ofrece su propia exploración vertiginosa de realidades paralelas, creada por el guionista de la película, Michael Waldron.
La película muestra un añadido clave en forma de una adolescente (Xochitl Gomez de “The Baby-Sitters Club”) con la habilidad de abrir puertas al multiverso. Ese poder lleva a Strange a una carrera frenética para salvar no solo nuestro universo sino también otros.
En su cúspide, “Multiverse of Madness” estalla con energía psicodélica. Puede ser oscura y exigente, pero aun así explora juguetonamente los cuadrantes de la mitología de Marvel diseñados para que los fanáticos griten y griten. Hay una secuencia en particular que bien vale el precio de la entrada para verla en la sala de cine, en una deslumbrante demostración de las herramientas de que dispone el estudio.