Por. Enrique Ramírez García
¡Con todo mi amor para mis hijas Amelia y Ana por los momentos difíciles vividos hace unas semanas!
¿Quién no ha cantado, enamorado, llevado serenata o llorado con una melodía de José Alfredo Jiménez Sandoval? El compositor más prolífico de los años 40, s y mediados de los 70´ s, oriundo de Dolores, Hidalgo; nació un 19 de enero de 1926.
Es el compositor más importante de todos los tiempos en el género ranchero, sus bellas melodías las han interpretado casi todos los artistas nacionales y algunos de talla internacional como: Jorge Negrete, Pedro Infante, Lola Beltrán, Javier Solís, Antonio Aguilar, Vicente Fernández, Chavela Vargas, Luis Aguilar, Pedro Vargas, Agustín Lara, Luis Pérez Mesa, Juan Gabriel, Amalia Mendoza “La Tariacuri”, Antonio Badú, Julio Iglesias, Miguel Aceves Mejía, Luis Miguel y muchos, muchos más.
José Alfredo es el compositor más importante y ha llenado una etapa muy significativa en la historia de la música vernácula o del género ranchero en México, es el heredero único de Tata Nacho, el doctor Esparza Oteo, Manuel Esperón o del musico pintor y poeta jalisciense Pepe Guízar.
En la década de los años cincuenta José Alfredo conoció a una hermosa mujer nacida en Córdova, Veracruz de nombre Julia Gálvez Parra, radicada en aquellos años en la colonia Santa María la Rivera de la capital del país y quien más tarde se convertiría en su musa y el gran amor de su vida, ella fue la Paloma de sus primeras melodías…Paloma Gálvez.
Aquel joven y pretenso de Julia Gálvez Parra, solía llevarle serenata a su musa a la calle de Villalongín, cerca de lo que hoy es el monumento a la Madre en la colonia Cuauhtémoc, acompañado del trío “Los Rebeldes” compuesto por amigos de José Alfredo que al igual que él trabajaban en un restaurante yucateco en las inmediaciones de la Riviera de San Cosme.
Paloma Gálvez, fue prácticamente quien inició la próspera carrera musical de José Alfredo Jiménez, ya que su gran amor por el interprete de El Jinete, logró sin dificultad alguna que lo escuchará un gran amigo de la familia Gálvez Parra, gran empresario, publicista y productor de la televisión mexicana, Don Eulalio Ferrer, creador de la barra de animación más importante de aquella época en Telesistema Mexicano (Televisa).
El empresario lo escuchó con detenimiento y gustó el matiz de su voz, en ese momento él era el director de la serie radiofónica Así es mi Tierra, la más popular y prestigiada en música ranchera de la época quien de manera inmediata y sin vacilar lo contrató para su programa.
A partir de ese momento el guanajuatense se convirtió en el éxito del programa radiofónico desde su primera aparición, gracias a Don Eulalio Ferrer Rodríguez y Paloma Gálvez.
En el programa Así es mi Tierra, acompañado del célebre Mariachi Vargas de Tecalitlán, nacieron melodías como Cuatro Caminos, El Jinete, La que se fue, Mi Tenampa, Camino de Guanajuato, El Siete Mares, El Hijo del Pueblo dedicada a don José Pagés Llergo, director de la revista Siempre quien celebraba el primer aniversario de su prestigiada revista.
De ahí José Alfredo Jiménez, ya con una popularidad ganada a pulso, dio el brinco a un programa nocturno de música vernácula llamado Noches Tapatías en el Canal 2 de Telesistema Mexicano, producido por Don Eulalio Ferrer y propiedad de Emilio Azcárraga Vidaurreta.
Previó al éxito, y a su llegada a la capital del país, José Alfredo, batalló demasiado para abrirse paso en la música ranchera. Trabajó como mesero en una lonchería llamada “La Sirena” en Santa María la Ribera, ahí conoció Jorge Ponce hijo del dueño y de los hermanos Enrique y Valentín Ferrusca quienes tenían un trío llamado “Los Rebeldes” al cual se les unió para cantar en las cantinas y restaurantes de la colonia.
La aparición de su musa, Paloma Gálvez, influyó para que Mario Talavera, Ignacio Fernández Esperón (Tata Nacho) y Alfonso Esparza Oteo, miembro de la Sociedad de Autores y Compositores, escucharan las canciones de aquel joven guanajuatense y lo recomendaran para que una casa disquera de la época grabará su primera composición Yo,por Andrés Huesca y sus Costeños.
A partir de este momento todo cambio para el nuevo rey de la música vernácula, vinieron un triunfo tras otro, pero el triunfo más importante en su vida fue su casamiento con Julia Gálvez Parra “La Paloma” en junio de 1952, siendo su testigo de honor el rey del falsete, Miguel Aceves Mejía.
En una charla con el joven compositor de la época, decía que en las pasiones también había discordancia; que no todo era armonía; que también había dolor, abandono y frustraciones. Y lo más importante, todo eso era una mezcolanza las cuales cantaba a partir de sus experiencias personales, lo cual interpretaba en sus canciones.
Es importante recordar que José Alfredo nunca aprendió a escribir música. Tarareaba sus canciones como el gran Clodomiro el Ñajo, para que otros compositores les hicieran los arreglos musicales a sus canciones.
Con sus primeros temas llegó el éxito y la fama a la vida de Jiménez Sandoval, llegó el dinero a manos llenas, el amor, mujeres y se embriagó con ello. Decía a grito abierto que la vida era para vivirla al máximo; que el dinero era redondo para que rodará y entró a la etapa del dispendió y sé olvidó del seno familiar e inició el abuso del alcohol y la bohemia. Así nació esta gran canción “Gracias”.
Cómo puedo pagar, que me quieran a mí, por todas mis canciones, ya me puse a pensar, y no alcanzo a cubrir, tan lindas intenciones.
He ganado dinero, para comprar un mundo, más bonito que el nuestro, pero todo lo aviento, porque quiero morirme, como muere mi pueblo.
El Hijo del Pueblo, José Alfredo Jiménez, así fue nominado por su pueblo ya que todos tenían algo en común con el intérprete, se recurría a sus canciones cada que deseaban manifestar sus sentimientos o traiciones.
José Alfredo, ahora es un mito, y no importa la verdad oficial en lo que se refiere a su persona, o a la etapa más difícil o triste de su vida ya que los mitos no tienen apellidos, ni biografía, no los necesitan ya que siempre viven y se encuentran en constante renovación, así lo reconoce su gente.
Es mi orgullo haber nacido, en el barrio más humilde, alejado del bullicio, de la falsa sociedad.
Yo no tuve la desgracia, de no ser hijo del pueblo, yo me cuento entre la gente, que no tiene falsedad.
Mi destino es muy parejo, yo lo quiero como venga, soportando una tristeza, o detrás de una ilusión.
Voy camino de la vida, muy feliz con mi pobreza, como no tengo dinero, tengo mucho corazón.
Descendiente de Cuauhtémoc, mexicano por fortuna, desdichado en los amores, soy borracho y trovador.
Las canciones de Jiménez Sandoval siempre tenían un gran sentimiento o dolor, otro ejemplo de ello es la que compuso para su hermano Ignacio Jiménez, el mayor de los hijos de Agustín Jiménez Tristán y Carmen Sandoval Rocha, quien trabajaba en la refinería de Petróleos Mexicanos en Salamanca, Guanajuato.
Y en la cual sufrió un terrible accidente y por la gravedad de su estado de salud, tuvo que ser trasladado inmediatamente al hospital de Petróleos Mexicanos en la Ciudad de México en el cual posteriormente falleció.
En la poesía y letra de Caminos de Guanajuato, los pueblos y lugares más representativos de su estado natal, el autor recomienda no pasar por Salamanca, debido al recuerdo del accidente de su hermano el cual le originó la muerte, le traía malos recuerdos, generándole un ambiente melancólico, de tristeza y cargado de mucho dolor.
No vale nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba; por eso es que, en este mundo, la vida no vale nada.
Camino de Guanajuato, que pasas por tanto pueblo, no pases por Salamanca, que ahí me hiere el recuerdo, vete rodeando vereda, no pases porque me muero.
La analogía de la letra del Caballo Blanco trata de un equino con motor y cuatro neumáticos, era un Imperial 1957 de la Chrysler, en el cual José Alfredo, realizaba una gira de trabajo a Ensenada, Baja California con un grupo de amigos. Por el tipo de modelo y la antigüedad el auto comenzó a tener fallas mecánicas llegando únicamente a Escuinapa, Sinaloa, iniciando así una de las letras musicales más escuchadas en el país.
Este es el corrido del caballo blanco, que en un día domingo veloz arrancara, iba con la mira de llegar al norte, habiendo salido de Guadalajara.
Su noble jinete le quitó la rienda, le quitó la silla y se fue a puro pelo, cruzó como rayo tierras nayaritas, entre cerros verdes y el azul del cielo, a paso más lento llegó hasta Escuinapa, y por Culiacán ya se andaba quedando.
Cuentan que en los Mochis ya se iba cayendo, que llevaba todo el hocico sangrando, pero lo miraron pasar por Sonora, y el Valle del Yaqui le dio su ternura, dicen que cojeaba de la pata izquierda y a pesar de todo siguió su aventura.
Llegó hasta Hermosillo, siguió pa’ Caborca, y por Mexicali sintió que moría, siguió paso a paso por la Rumorosa, llegando a Tijuana con la luz del día, completa su hazaña se fue a Rosarito, y no quiso echarse hasta ver Ensenada, este fue el corrido del caballo blanco, que salió un domingo de Guadalajara.
La letra de la canción del Último Trago es parte de su ser en la cual se despide de la persona amada, mediante una última tertulia. La canción se ahonda en la desesperanza y desventura del amor perdido y parece confesar su culpa de la gran pérdida.
Tómate esta botella conmigo, y en el último trago nos vamos, quiero ver a que sabe tu olvido, sin poner en mis ojos tus manos…
Esta noche no voy a rogarte, esta noche te vas de a de veras, qué difícil tener que dejarte, sin que sienta que ya no me quieras.
Nada me han enseñado lo años, siempre caigo en los mismos errores, otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores.
Tómate esta botella conmigo, y en el último trago me besas, esperamos que no haya testigos, por si acaso, te diera vergüenza.
Si algún día sin querer tropezamos, no te agaches, ni me hables de frente, simplemente la mano nos damos, y después que murmure la gente.
Nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores, otra vez a brindar con extraños, y a llorar por los mismos dolores, tómate esta botella conmigo, y en el último trago nos vamos
El Hijo del Pueblo, José Alfredo Jiménez Sandoval, falleció en la capital del país un 23 de noviembre de 1973, a la edad de 47 años, de Cirrosis Hepática la cual padecía años atrás, concluyendo así una difícil agonía.
Sus restos descansan en su querida Dolores, Hidalgo y cuenta ya con un gran museo donde su puede contemplar gran parte de sus atuendos utilizados en varias etapas de su carrera cinematográfica y musical.
No vale nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando, y así llorando se acaba, por eso es que, en este mundo, la vida no vale nada, bonito León, Guanajuato, su feria con su jugada.
José Alfredo Jiménez, vivió la vida como Dios le dio a entender, en una entrevista a los medios de comunicación su gran amiga Chavela Vargas, cuenta que le quedaban aproximadamente dos meses de vida y le llamó para “correrse la última juerga”, acompañados de Tomás Méndez (Cucurrucucú, paloma), estuvieron tres días con sus respectivas noches cantando, bebiendo e inmersos en la bohemia total en el Tenampa de la Plaza Garibaldi.
Cuentan que cuando Jiménez Sandoval falleció, Chavela Vargas acudió a su velorio, se desplomó en su féretro cantando y llorando, bien borracha. Al intentar apartarla, Paloma Gálvez, dijo, “déjenla, que está sufriendo tanto como yo”.
*Parte de esta información es de Jorge Federico Rábago Virgen, autor del libro “Alla tú si me olvidas” de Ediciones la Rana y del Instituto Estatal de la Cultura en Guanajuato.