Por R. Aideé Aguilar Esquivel
El pasado 9 de diciembre del año en curso, se volcó un tráiler, en la autopista Chiapa de Corzo, Chiapas, con más de 150 migrantes, provenientes de diferentes países centroamericanos como Honduras, Guatemala, El Salvador, República Dominicana, Ecuador, México etc. Este hecho nos habla de diversas cuestiones.
Para empezar es necesario remarcar que los migrantes eran llevados por algún grupo o persona traficante de migrantes.
Ahora bien, en este espacio, con anterioridad ya se ha abordado el fenómeno migratorio, así como las causas y efectos del mismo; sin embargo, nunca es suficiente, y menos cuando vemos que la violencia sigue presente.
Recordemos que las personas cuando salen de sus países de origen, no lo hacen por gusto. Lo hacen porque no tienen oportunidades, acceso a una vida digna, es decir, no hay ofertas laborales dignas, incluso muchos, más allá de vivir en sociedades violentas, salen porque son perseguidos de manera directa por el crimen organizado.
En este espacio ya se ha reiterado en bastantes ocasiones sobre los derechos humanos, especialmente de los y las migrantes. El derecho 13 nos dice que “toda persona tiene el derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”. Como vemos el libre transito de un territorio a otro de las personas, es un derecho, nadie debe ni puede negarlo. Mucho menos cuando las personas lo hacen en busca de mejorar sus condiciones de vida, o incluso de salvaguardar su integridad y la de sus familiares.
Una realidad cruda que vemos constantemente, no solo en México sino en diversos países del mundo, es el rechazo, la exclusión, la discriminación y violencia hacia las poblaciones migrantes, y todo ello está basado no en argumentos, sino en realidad en prejuicios y estereotipos negativos. En ideas que no representan toda la realidad, Por ejemplo, se dice que los migrantes vienen a quitarnos los empleos, cuando en realidad, ellos no buscan quedarse en este país y, si lo hicieran, la realidad es que los gobiernos tienen la obligación de atender las necesidades de esas personas.
Para comprender el fenómeno migratorio hace falta mucho entendimiento, pero uno real, con empatía, información y sobre todo consciencia social y el trabajo en conjunto de instituciones de gobierno, organizaciones sociales, así como los y las ciudadanas a pie.
Cualquier persona podríamos estar en la misma situación. Por ello es necesario romper que las ideas generalizadas que lo único que provocan es rechazo y nos ciega para poder apoyar y exigir el trato digno pero no solo para uno mismo sino para todas las personas.
La tragedia de los días pasados nos muestra una realidad sumamente cruda de las crisis humanitarias que se están viviendo, y también nos muestra el nivel crítico, de empatía y de actuar de las sociedades y de los gobernantes. Recordar la violencia, pero hacerlo de manera consciente puede ser un paso para prevenir situaciones como estas.